Dijimos que William había escrito 39 obras de teatro, de estas 11 son tragedias. Lo primero que se viene a la cabeza cuando se dice tragedia es que al final alguien tiene que morir o muchos tienen que morir. Generalmente los que mueren son los protagonistas o los que mejor nos caen. ¡Qué triste! Lo sé.
¿Pero si ya, desde el principio de la obra sabemos que justo el más bacán y la más severa van a morir por qué nos duele cuando por fin sucede? No me vayan a decir que por lo menos no se les hace un nudo en la garganta. Es posible que sea porque nunca estamos del todo preparados para enfrentarnos al destino. ¿QUÉ? ¿EL DESTINO? Sí es una palabrota que por cierto para nosotros ya no significa tanto, pero para Shakespeare y sus maestros el destino era una preocupación primordial y es la base de sus tragedias.
Hace un resto y, un resto es un resto, es decir mucho antes de que Mr.Cristobal encontrara, supuestamente, América, estos tres locos ya estaban escribiendo teatro. Siendo griegos creían en los dioses famosos, no en Thor no, ese man llegó después y por otra parte, sino en Zeus, Poseidón, Hades y en un combo imposible de listar acá. Para ellos, así como para los dioses, había una fuerza imparable, que nada ni nadie podía ni podría combatir. ¿Adivinan cuál es? Si no adivinan es que no están poniendo atención. El destino, al que también se le dice hado.
En la antigua a Grecia, así como también lo era para Shakespeare y sus panas, y ojalá sea para ustedes, el teatro era una forma de aprender, de ver cómo otros cometían errores para no cometerlos uno, de reunirse para debatir lo que es importante para todos y todas. Es difícil saber por qué, pero Esquilo, Euripides y Sófocles querían enseñarles a sus amigos y amigas que contra el destino nadie puede y que si te atreves a enfrentarte a él o ella, vas a salir cascado, más específicamente te van a mandar a dormir sin la posibilidad de despertarte otra vez.
Muchas veces lo primero que se nos viene a la cabeza no es la más exacto. Es verdad que en las tragedias alguien tiene que morir, pero lo que las hace realmente trágicas no es que el o la protagonista u otros personajes pasen al otro mundo, sino que nunca tuvieron otra opción. En otras palabras, desde el inicio estaban DESTINADOS a estirar la pata.
Tomémonos el tiempo de pensar de dónde viene esta vaina del destino. ¿Se acuerdan que el Sr.William sabía leer latín y griego, bueno de ahí aprendió que el destino es una vaina bien potente para contar una historia. Tres de sus maestros fueron Esquilo, Euripides y Sófocles, unos manes bien cracks que más o menos se inventaron la tragedia.
Son tres maestros un poco crueles es verdad, pero le enseñaron al William algo importante, que la mayoría de las veces los personajes que más conmueven son los que se van con toda en contra de un destino que no escogieron. Que no puedan contra este es harina de otro costal.
Al principio nos preguntamos por qué nos duele que ciertos personajes mueran a pesar de que sabemos que su destino es precisamente ese. Una de las respuestas es que, a pesar de saber lo que va a pasar, agradecemos y nos maravilla cómo ellos y ellas tratan con toda de librarse de su destino y nos inspiran a hacerlo a nosotros y nosotras mismas.
Vale la pena recordar cómo Julieta, en la obra que acabas de ver, se detiene, nos habla y nos dice que ella no tiene que ser la mujer que le mandaron a ser, que no tiene que enamorarse de la persona con la que sus padres la quieren casar, que ella por sí misma puede decidir. Es verdad que en la versión de Shakespeare, Julieta y Romeo pierden contra el destino, por eso es una tragedia, pero en Julieta y Romeo luchan contra el mismo destino y ganan.