Muchas veces has escuchado historias de cómo estas fuerzas se enfrentan, ¿no lo crees? ¿No te suena parecido al valiente Harry Potter contra el señor oscuro de Voldemort? ¿Al ambientalista Jake Sully contra el militar Miles Quarith? ¿O Rey contra Kylo Ren? ¿Cierto que sí? Es que imagínate que muchos autores, directores y músicos a través de la historia han querido contar precisamente eso: cómo el bien puede ganarle al mal. Mozart y Emanuel Schikaneder no fueron diferentes.
Devolvamonos en el tiempo unos cuantos siglos. Mozart, el compositor que seguramente tu mamá y tu papá quisieron que escucharas cuando estabas en la barriga, estaba teniendo problemas de plata. Sí es cierto, a sus treinta y cinco años Mozart estaba preocupadísimo porque no sabía cómo iba a hacer para llegar al final del mes. Menos mal tenía un amigo de verdad que quería apoyarlo y no lo iba a dejar quedar en la quiebra, Emanuel Schikaneder.
Un día Emanuel y Mozart se reunieron y decidieron que para ganar plata iban a escribir un Singspeil, una opera pero con un poquito de diálogo, que tratara, entre otras cosas, de lo que hablábamos ahorita, de la lucha que existe entre la luz contra la oscuridad. Seguramente, queriendo escapar de sus preocupaciones, lo primero que pensaron fue en un cuento de hadas que les permitiera huir del nerviosismo de no tener dinero. Y así nació La flauta mágica.
Esta singspeil estrenó el 30 de septiembre de 1791, dirigida por inigualable Mozart, en el Teatro auf der Wieden, en Viena, que fue construido unos años antes por Emanuel Schikaneder. ¿Y qué crees? ¿Que fue un estreno estruendoso al que gente de toda Europa quiso ir? ¿Que las personas hacían cola desde las seis de la mañana para poder entrar? Más o menos, la obra se presentó sesenta y dos veces y tuvo cierto éxito dado que todos y todas, comerciantes y expertos podían disfrutar de su dulce música y divertirse con las peripecias de sus personajes. Aún no sabemos por qué o cómo, pero meses después, en diciembre 5, Mozart muere. Es triste y da lastima que muriera tan joven, se queda uno con las ganas de saber qué más habría podido componer. Sin embargo, hay una forma de recordarlo y darle un poco de vida a pesar de los siglos, seguir su enseñanza de que el odio puede ser vencido por el amor con la ayuda de los cuentos de hadas